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Los Objetos Voladores no identificados fascinaban a Carl Gustav Jung,
creador de la teoría del "inconsciente colectivo", hasta
el punto que en 1959 les dedicó un librito: Platillos volantes.
Jung, pionero del psicoanálisis, basé buena parte de su trabajo en el
concepto de los arquetipos: símbolos cargados de significado, motivos
o figuras que representan lo mismo para toda la humanidad. Estos símbolos
pueden aflorar espontáneamente desde las profundidades del inconsciente,
manifestándose en cualquier creación humana y evocando respuestas ¿emocionales
e imaginativas muy poderosas. Para entender su naturaleza y sus implicaciones,
Jung reunió una asombrosa cantidad de paralelos provenientes de las zonas
de la actividad humana en que domina lo no-racional: la religión, la mitología,
los rituales antiguos y primitivos, los sistemas ocultistas como la astrología
y la alquimia, etc. Al mismo tiempo, para probar que esos arquetipos estaban
muy presentes en el psiquismo del hombre moderno, mostró cómo surgían
una y otra vez en los sueños de sus pacientes, así como en el arte, el
folklore y los mitos populares del siglo XX.
La hija de un psiquiatra amigo suyo, por ejemplo, tuvo un sueño en que
aparecía un monstruo semejante a una serpiente con cuernos; Jung la identificó
como un monstruo de iguales características al que se refiere la literatura
alquímica del siglo XVI La niña tomaba ésta y otras imágenes de su sueño
-según Jung- de las "bibliotecas" de símbolos, abiertas a toda
la humanidad, a lo largo de la historia, por mediación del inconsciente
colectivo.
Jung creía que una de esas imágenes arquetípicas era el disco; los OVNIS
constituirían una variante moderna de dicha imagen. La gente cree que
ve OVNIS, tal como ha creído en otras visiones "no patológicas",
como los ángeles de Mons. Muchos soldados dijeron haber visto estas apariciones
durante la lucha que acompañó la retirada británica de Mons, en 1914.
Esta comparación resulta reveladora, ya que, aunque fueran imaginarios,
los ángeles guerreros eran reales en las mentes de los soldados,
a causa de la alteración emocional que los horrores de la guerra les habían
causado. La gente que es presa de semejantes emociones, dice Jung, tiende
a ver visiones colectivas. Y esas visiones son proyecciones -palabra clave-
que toman la forma de una respuesta a sus necesidades emocionales.
En pocas palabras y, para simplificar: el hombre moderno va "buscando
un alma". Y esa búsqueda, con todas las tensiones que la acompañan,
con el terror y la desesperación, lleva con frecuencia a proyecciones
colectivas.., cuyo resultado son visiones, rumores, pánicos masivos, creencias
exóticas. En ellas, Jung adivina el proceso de formación de un mito. (El
subtítulo de la obra Platillos volantes es "Un mito moderno de cosas
que se ven en el cielo"). En el centro de los mitos aparecen siempre
los arquetipos, que proporcionan el motivo y la forma esenciales.
Así pues, Jung sugiere que los OVNIS son una proyección mítica.
De hecho, bien podrían ser los heraldos de alguna convulsión de gran alcance
que se está preparando en la psique colectiva de la humanidad. Hay quien
considera que esta convulsión se ve prefigurada por la pasión actual de
Occidente por el ocultismo; otros creen que se trata de la expansión mundial
del comunismo; pero también puede ser algo que nadie ha imaginado aún.
Esas transformaciones siempre han venido acompañadas, a lo largo de la
historia, por la aparición, en religión, arte y literatura, de los arquetipos
más poderosos y dominantes.
Los discos o platillos voladores son, desde el punto de vista de Jung,
versiones modernas del que quizá sea el mito más poderoso de todos, el
que Jung denominó "mandala", palabra de origen sánscrito.
El arte y la religión hindúes están llenos de mandalas. Pero éstos aparecen
en todas partes: desde el arte infantil moderno hasta los antiguos círculos
de piedras erguidas, desde el anillo que se usa en el solemne ritual del
matrimonio de las iglesias cristianas hasta los círculos del infierno
de Dante y los garabatos distraídos de los oficinistas preocupados. El
mandala consiste, básicamente, en un circulo, aunque sus variaciones
son innumerables. Simplificando, se podría decir que significa la busca
de la realización, la culminación, la totalidad.
Esto nos trae bruscamente de nuevo al desorientado hombre moderno. Vivimos
en un mundo "disociado", dividido como la mente de un
esquizofrénico, con poca o ninguna comunicación entre las partes. Exteriormente,
está dividido en dos bloques internacionales que se desafían; paralelamente,
la tecnología, cada vez más avanzada, nos amenaza con un holocausto inminente.
Los impulsos más oscuros e irracionales de la naturaleza humana, que habían
sido rechazados por la razón y que parecían definitivamente vencidos en
los siglos XVIII y XIX han regresado -y triunfado- en el siglo XX.
Interiormente también estamos divididos. La ciencia y los valores materialistas
nos han proporcionado un elevado nivel de vida, pero han devaluado todas
las áreas de lo irracional: las emociones, los instintos, la imaginación,
los impulsos religiosos.
Jung no pretende que su visión de un mundo enfermo sea original. Lo que
le interesa es el efecto que la disociación provoca: causa tensiones,
enfermedades, deformaciones monstruosas. De modo que la mente disociada
grita pidiendo la reconstitución de un equilibrio sano y armonioso entre
sus partes... es decir, la totalidad. Y a causa de ese deseo inconsciente,
el desdichado hombre moderno, hambriento de espiritualidad, proyecta mandalas
en todas partes, hasta en el cielo.
Es éste un análisis fascinante. Jung halla mandalas en otras esferas,
como los sueños y el arte moderno. Pero tampoco renuncia a posibles explicaciones
alternativas. Algunas observaciones de OVNIS, o algunos sueños donde aparecen
mandalas, presentan también elementos de simbología sexual. Sin embargo,
como siempre, descarta secamente la tendencia freudiana a detenerse en
la forma simbólica de órganos sexuales que adoptan las naves espaciales
en nuestros sueños. Para Jung son mucho más importantes los elementos
distintivos del OVNI-mandala, que considera una variante del arquetipo
más adecuado para nuestro tiempo. En esta edad tecnológica en que vivimos,
¿qué imagen puede simbolizar con mayor acierto una "totalidad
restaurada" que una máquina misteriosa, un trozo de ingeniería
celestial?
Por otra parte, el aspecto "celestial" de la proyección
OVNI es también esencial en el análisis de Jung. Le llamaban particularmente
la atención la conducta "poco natural" y las pautas de
vuelo de los OVNIS. Con frecuencia la visita del OVNI se interpretaba
como prueba de la existencia de extraterrestres avanzados, seres celestiales
superpoderosos y amistosos que nos observan, y que se preocupan por las
actividades autodestructivas del hombre en el planeta Tierra. Jung también
notó que en alguna de esas historias el deseo de alcanzar la totalidad
había tomado la forma, más precisa y personalizada, de desear un salvador,
un ser más que humano que descendería a ayudarnos a encontrar el alivio
y la curación que no podemos hallar por nosotros mismos.
En esta parte de su análisis, Jung hace una importante aclaración: a
lo largo de la historia siempre se han visto "cosas que se movían
por el cielo", mucho antes de que adoptaran el aspecto de misteriosas
naves espaciales, escapadas de un mal relato de ciencia-ficción. Esferas
volantes que se movían de forma extraña, discos y globos aparecen con
frecuencia en los anales de visiones extrañas y fenómenos inexplicables
sucedidos en tiempos revueltos del pasado.
Una y otra vez, Jung subraya que lo importante no es que realmente haya
algo en el cielo. Aunque existan los OVNIS, igualmente pueden ser considerados
proyecciones, del mismo modo que proyectamos inconscientemente
una intensa carga de simbolismo, con toda la fuerza de los arquetipos,
en muchos objetos o individuos que nos rodean, como armas, joyas, artistas
de cine o políticos.
En última instancia, Jung no descarta la posibilidad de que pueda existir
una base física y objetiva. Las pantallas de radar y las cámaras
no sueñan, ni padecen alucinaciones. Como él mismo dice: "O las proyecciones
psíquicas pueden provocar ecos en el radar, o la aparición de objetos
reales proporciona la oportunidad para proyecciones mitológicas".
Eso, por supuesto, constituye una ironía; no creía que las proyecciones
psíquicas afectaran al radar. Pero conviene subrayarlo, a causa del persistente
impulso de los medios de comunicación y otros defensores del statu quo
racionalista, que aprovechan todas las oportunidades para denunciar a
Jung como una especie de charlatán crédulo y desorbitado, metido hasta
la cintura en lo que Freud llamó desdeñosamente "el negro lodo del
ocultismo". Sus detractores han malentendido y desfigurado insistentemente
las investigaciones de Jung acerca de la alquimia, la astrología y lo
"irracional" en todas sus formas.
Como contrapartida, Jung siempre insistió en que hay que mantenerse abierto
a una enorme cantidad de temas que, de algún modo, podrán contribuir a
aumentar los conocimientos sobre el inconsciente humano. Con esta finalidad,
registró y analizó la relevancia simbólica de los OVNIS. Pero también
comprendió que, en los continuos informes sobre OVNIS y en los estudios
que se hacían sobre ellos había un núcleo de datos "sólidos"
que sólo podían concebirse si allá arriba había objetos reales, aunque
fueran mal interpretados por quienes los veían.
Jung no se consideraba de ningún modo un profeta, sino un psicólogo,
un observador científico. Pero la historia está llena de ejemplos en los
que un hombre de ciencia, a partir de la observación y de los estudios
objetivos, ha percibido "proféticamente" una verdad que
sus contemporáneos ignoraban, por culpa de su ceguera intelectual. El
punto de vista de Jung sobre los OVNIS, ¿será ejemplo de ello?